vuelve.
Si no puedes volver cada noche
y quedarte dormido en mí:
háblame, de vez en vez.
Si es difícil hablarme:
piénsame,
sin censura.
Si evitas pensarme:
suéñame,
habla conmigo en sueños
y cuéntame lo que has hecho.
Llama a mi puerta
con un gran ramo de flores despeinadas
o pasa sin preguntar
-estamos soñando-.
Sorpréndeme sentándote en el sillón,
paciente hasta que vuelva.
O párate detrás de mi silla de trabajo
y bésame la nuca.
Métete en mi cama fría,
desierta de ti.
Enreda tus piernas con las mías.
Abrázame
y sueña que sueñas dentro de mí.
Y cuando despiertes,
escríbemelo todo.
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