
Por fin conseguí el libro de Paolo Giordano y lo devoré. Es como la vida misma: sin arreglo y sin final feliz. ¿Cómo no identificarse con Alice o con Mattia? Y no por compartir sus patologías específicas, sino porque una visión crítica de nosotros mismos nos dice que somos lisiados, mercancía dañada, burbujas que temen acercarse demasiado por miedo a desvanecerse en el aire. Nos hacemos daño para sentirnos vivos y dueños del timón. Nos aislamos para no dar pena.
Hemos pagado precios estrambóticos por nuestras decisiones y ya no queremos arriesgar. Conocemos la fuente de la felicidad pero no nos sentimos dignos de ahogarnos en ella. Podemos asomar la cabeza para sentir el vértigo que da la profundidad y podemos vivir de ese recuerdo.
Después de todo, el vínculo de lo que no ha podido ser no se desgasta en las miserias de diario y tiende a permanecer sobre otros. Al menos en mi experiencia.
Y ¿no es la felicidad pensar que existe una posibilidad por realizarse esperándonos? Un boleto de avión abierto al paraíso. Podría estar aquí el origen de las religiones. Tan atractiva es la idea. Pero a diferencia de ellas el amor pendiente de vivirse con plenitud promete una mejor vida antes de la muerte, y no a cambio de sufrimientos o de privaciones sino de valor, arrojo, coraje y ganas de ir a por él.
Acaricio mi boleto intangible y por lo pronto me conformo con creer que existe, que es válido, que no ha caducado y que me llevará al paraíso en cuanto el paraíso y yo nos decidamos a coincidir.
Hemos pagado precios estrambóticos por nuestras decisiones y ya no queremos arriesgar. Conocemos la fuente de la felicidad pero no nos sentimos dignos de ahogarnos en ella. Podemos asomar la cabeza para sentir el vértigo que da la profundidad y podemos vivir de ese recuerdo.
Después de todo, el vínculo de lo que no ha podido ser no se desgasta en las miserias de diario y tiende a permanecer sobre otros. Al menos en mi experiencia.
Y ¿no es la felicidad pensar que existe una posibilidad por realizarse esperándonos? Un boleto de avión abierto al paraíso. Podría estar aquí el origen de las religiones. Tan atractiva es la idea. Pero a diferencia de ellas el amor pendiente de vivirse con plenitud promete una mejor vida antes de la muerte, y no a cambio de sufrimientos o de privaciones sino de valor, arrojo, coraje y ganas de ir a por él.
Acaricio mi boleto intangible y por lo pronto me conformo con creer que existe, que es válido, que no ha caducado y que me llevará al paraíso en cuanto el paraíso y yo nos decidamos a coincidir.