Era mayo, llovía y el bosque urbano estaba húmedo a todas horas. La niebla agudizaba la oscuridad y a pesar de no ser una noche fría, se apetecía estar abrazados.
Salieron de una conferencia rumbo a la estación más cercana del metro. Caminaban bajo un paraguas de colores jugando entre los charcos. Sus sonrisas enormes brillaban en la bruma. Llegaron a la fuente, el ruido de los autos que pasaban indiferentes a tanta felicidad y el sonido del agua cercando a chorros a la Cazadora imponían un alto. La contemplación de una noche única, interminable en la memoria, fue sellada con un debutante beso de amor. (Lo supiéramos o no).
Salieron de una conferencia rumbo a la estación más cercana del metro. Caminaban bajo un paraguas de colores jugando entre los charcos. Sus sonrisas enormes brillaban en la bruma. Llegaron a la fuente, el ruido de los autos que pasaban indiferentes a tanta felicidad y el sonido del agua cercando a chorros a la Cazadora imponían un alto. La contemplación de una noche única, interminable en la memoria, fue sellada con un debutante beso de amor. (Lo supiéramos o no).
ST BOTOLPH’S
(fragmento)
(fragmento)
Nuestra revista era meramente una inducción
a la noche y la fiesta. Yo había pronosticado
gastos desastrosos: una planetaria
certeza, según el libro de Próspero.
Júpiter estaba en conjunción con la luna llena
y en oposición a Venus. Gastos desastrosos
según ese libro. Para mí sobre todo.
La conjunción quema mi Sol natal.
Venus exactamente clavado en mitad de mi cielo.
Cosas de astrólogo frívolo. ¿Y qué?
El fácil exorcismo del toque de un ala de murciélago.
Nuestro Chaucer se habría quedado en casa con su Dante.
Habría localizado los planetas con precisión mayor.
Habría cavilado el tema más a fondo. ¿Qué más? Preferí
que astrólogos más serios se preocuparan
de la conjunción, conjuntar mi Sol, conjuntarlo
con su nativo Marte dominante. Y Chaucer
hubiera señalado el Sol de ese día en Piscis,
conjuntándose con tu ascendente opuesto
exactamente a mi Neptuno y fijado
en mi Décima Casa, la de la buena y la mala fama.
Nuestro Chaucer, creo, hubiese suspirado.
Nos habría asegurado, moviendo su apesadumbrada cabeza,
que ese día el sistema solar,
lo supiéramos o no, nos había casado.
Ted Hughes en Cartas de cumpleaños. Lumen, 1999.
(Continuará).
